Un día, en el pueblo, habían organizado un festival de esos de música bailable. Yo estaba validando el bachillerato y para ese entonces tenía que vender una rifa de un pollo, como parte de las actividades. Me daba mucha pereza salir sola a ofrecer los puestos de la rifa, así que decidí irme con una amiga que también estaba vendiendo su rifa.
A ella se le ocurrió que podíamos ir a la estación de policía porque según ella allí nos podían colaborar comprándonos los puestos. Ella fue muy de buenas porque no se demoró nada vendiéndolos, casi todos los policías le colaboraron, pero a mí no, ella ya casi terminaba y yo ni siquiera había vendido el primer puesto. En esas, uno de los policías me señaló a uno de sus compañeros que estaba sentado en la banca que daba hacia la calle y me dijo que le fuera a ofrecer a él los puestos porque era posible que me los comprara.
Yo le dije: “¡no, ese señor tiene como cara de bravo, está todo serio allá y me da como miedo!” Pero él me dijo que parecía boba y que fuera a ofrecerle la rifa. Efectivamente así lo hice y fui tan de buenas que él me compró todos los puestos y me dejó el cambio del billete. Cuando ya lo vi de cerca me di cuenta que era muy atractivo y sentí que hubo química entre los dos porque con la mirada nos dijimos todo, yo sé que yo le gusté a él y por supuesto él me gustó a mí.
Por la noche ese mismo día, sonó el teléfono de mi casa y era él, no sé cómo hizo para conseguirlo, pero me gustó mucho escucharlo, me dijo que quería verme y que si podía subir hasta la estación porque quería hablar conmigo. Yo le dije que sí y desde ese momento comenzó nuestra relación.
Hasta el segundo mes todo pasó como una relación normal, éramos novios y vivíamos muy contentos; luego de ese tiempo me propuso ir a vivir con él y yo acepté. Nos fuimos a vivir juntos, y así de rápido quedé en embarazo de un niño, para él su primer y único hijo. Por supuesto estábamos muy contentos y la relación estaba muy bien formada.
Un vaso de café
Ya era hora de ir a trabajar, pero el ambiente ese día estaba un poco pesado, él me dijo que no quería, que tenía pereza, yo le dije: “si no quiere, no vaya, mejor así porque se está más tiempo conmigo”. Él recordó que ese día había muy poco personal y que tenía que hacer su turno porque era su responsabilidad.
Antes de salir vimos el noticiero y recuerdo mucho que estaban pasando una noticia sobre una toma guerrillera en otro municipio. La noticia era que en esa toma habían matado a un policía y le habían cortado la cabeza. Él inmediatamente se echó la bendición y recuerdo, como si hubiera sido ayer, que dijo: “¡Dios mío, líbrame de morir así!”.
A las cinco de la tarde se despidió y salió a prestar su turno. Yo subí con mi mamá a la casa y pasé por la estación como quince minutos después, mi mamá me dijo que le lleváramos café. Llegamos a la casa y alistamos el café, no salimos rápido porque mi mamá estaba buscando una plata para comprar maíz y casualmente se demoró como media hora porque no la encontraba.
Cuando por fin íbamos a salir, llegamos a la puerta de la casa y vimos mucha gente uniformada. Inmediatamente pensamos que era tropa, luego sonó como una bomba y nos entramos mientras pasaba porque no sabíamos qué era. Después siguieron disparando y tirando morteros y todo eso, y en ese momento fue cuando pensé que definitivamente no era el ejército lo que habíamos visto. Yo salí de nuevo y una señora me dijo que me entrara porque me podían matar, pero yo no le paré bolas ni nada sino que salí como una loca a la puerta.
Afortunadamente llegó mi hermana y me cogió por detrás sin que me diera cuenta y me entró, porque si no hubiera sido así hasta me hubieran matado. Yo tuve esa reacción de salir corriendo porque quería verlo a él, porque él era el que estaba en la puerta, y yo sentía como la necesidad de decirle y buscarlo porque él era el que los iba a recibir.
La casa en la que estábamos, que era donde yo trabajaba, quedaba muy cerca de la casa de mi mamá. Allí estuve como hasta las doce de la noche encerrada, escuchando los tiros y las bombas. Afortunadamente no estaba sola. Mi papá, que estaba en la casa, decidió que nos pasáramos por la parte de atrás porque donde yo estaba era muy peligroso y era mejor estar en nuestra casa. Me tocó muy duro, imagínese, ya tenía como cinco meses de embarazo y me tocaba saltar los techos y pasarme por unas escaleras para llegar a la casa. Del susto en ese momento yo no sentía nada y nos pasamos rápido, no se veía casi nada, pero mi papá era el que nos guiaba.
A la una de la mañana los guerrilleros fueron a la casa donde yo había estado, pero ahí no se quedó nadie, balearon la puerta y gritaban que sacara a mi esposo porque según ellos yo lo tenía ahí escondido. Eran tres guerrilleros porque una enfermera los vio, y dizque ella decía: “Pobrecita, a esa muchacha la van a matar”. Pero en ese momento precisamente llegó el avión fantasma y, yo no sé, cosas de mi Dios, alumbró. Eso quedó como de día.
A mí me llamaban por el nombre, dice doña Fanny. Yo no sé si será verdad porque yo estaba al fondo. Y dizque preguntaba la otra guerrillera “¿Cómo es que se llama esa china?” Se hablaban por ese radio, y decía: “No, ella se llama María, vuele esa casa porque ahí debe tener a ese no sé qué, bueno, la palabra la decían, y me llamaban por mi nombre”.––María, abra por las buenas que no le vamos a hacer nada a usted.
Eso era horrible porque yo escuchaba y temblaba mucho, decían que lo sacara de allí, porque ellos seguramente no sabían que él estaba en la estación. Por supuesto yo nunca abrí.
Según cuentan, en ese tiempo la estrategia de ellos era no dejar vivos ni a la mujer ni a los hijos ni nada, era acabar con todo el núcleo de la familia, pero gracias a Dios ese día no pudieron hacer nada. Como nadie les abrió decidieron volar la tapia de atrás de la casa, no encontraron a nadie y se metieron al solar de la casa de al lado que estaba vacía porque los dueños estaban de viaje. Ahí se quedaron casi toda la noche y se comieron todo lo que ahí había.
El momento menos esperado
Yo en lo único que pensaba en toda la noche era en él, no sabía cómo estaba y me preocupaba mucho porque sólo había tres policías en la estación. Los otros policías estaban por allá por la fiscalía llevando unos presos que, inclusive, aprovecharon el momento y se volaron.
Un policía amigo, que sobrevivió a la toma, me contó que mi esposo no se pudo escapar porque esa era la idea ya que eran muy pocos y no quedaba munición, además había muchos guerrilleros para tan pocos policías. El otro policía me dijo que a mi esposo por ser tan grandote no lo pudo ayudar cuando quería pasar por el balcón: tenía la mano muy sudada y se resbaló cayendo otra vez al comando, entonces como se dio cuenta de que era difícil le dijo que se fuera sin él porque no había mucho tiempo.
El otro policía no se fue y decidió meterse a los túneles porque él si cabía por ahí. Eso también fue muy difícil, porque por ahí los guerrilleros les echaban gasolina en sábanas hasta el fondo pensando que había muchos más policías, pero no, sólo estaba él y por cosas de la vida fue el único que se salvó y fue porque encontró un tubo para respirar porque si no se hubiera asfixiado.
Al primero lo mató un rocket que explotó en frente de la garita y la pared cayó sobre él; eso lo descuartizó y quedó esparcido en uno de los árboles del frente de la estación. Según cuentan, esa gente, los ‘guerrillos’, decían: “Ese man (mi esposo) está bueno como para llevárnoslo porque no hemos podido quebrarlo”.
A él se le acabó la munición y ahí fue donde pudieron entrar a la estación. Una guerrillera lo sacó vivo, porque aunque él se alcanzó a esconder, ella lo vio, lo sacó y lo desnudó. Ya afuera le pusieron una pipa de esas grandotas y lo amarraron, caminó un poco hacia Belén y lo explotaron vivo.
Eso es muy duro, y más aún cuando a uno le cuentan, porque los que se quedaron al frente de la policía decían que él metió un alarido horrible y que decía que por favor no lo mataran, que mejor se lo llevaran que él tenía la mamá, que él iba a ser papá, bueno él nombraba toda la familia. Pero los malparidos esos le decían que ni la mamá ni la mujer lo iban a reconocer después de cómo lo iban a dejar.
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