ELOGIO DE SILVIA
Cuantos a ti llegaron en busca de consuelo, no se fueron jamás sin dejarte pedazos de su corazón y de su espíritu; porque eres acogedora y cordial; porque gravita en tu cielo remoto la estrella castellana de la hidalguía y al amparo rural de tus montañas edificas tu abolengo de trabajo e inteligencia y labras tu escudo nobiliario con el machete del aborigen sobre el árbol secular de tus selvas hospitalarias.
Que otros digan, ciudad de los claveles y de las manzanas, la feracidad de tus montes y laderas, las virtudes milagrosas de tu río y de tu clima. Ya sabemos que cuantos peregrinan hacia ti en busca del remedio imposible para la carne martirizada, retornan a sus hogares curados por el efluvio de tus brisas y la piedad imponderable de tus aguas.
Ya sabemos que del fondo supremo de tu tierra arranca el hombre de dolor y de fe, fuerzas misteriosas que le devuelven a la vida, cuando la ciencia artificial fracasa en sus intentos de consuelo y no logra vencer a la naturaleza rebelde. Pero no eres solamente salud material para el viajero, ni asilo ocasional y fugitivo del viandante.
Eres la india noble, religiosa y soberbia que cantara arboleda, con sus gargantillas de trigo, sus ajorcas de manzanas y duraznos y su túnica perfumada de claveles, de pensamientos y violetas.
Así apareces en el horizonte de los sueños, ciudad predestina, típica y colonial por el encanto de tus “ofrendas”, de tus “ chirimías” y de tus San Pedros borrascosos, empinada sobre el Ande como la fortaleza de un cacique prehistórico, pero enfrentada al porvenir como una atalaya de la civilización y de la cultura.
Como aquí lo atestigua tu máximo panegirista, muchos de tus hijos ilustran ya el estadio de los parlamentos y del foro y te prometen frescos laureles de honesta y merecida gloria. La luz de tus mujeres te ilumina en múltiples soles de gracia, y el corazón de ellas te escuda desde el supremo sitial de las madres.
Así eres a nuestros ojos: Silvia, por tus claveles; Silvia por tus manzanas; Silvia, por tu hospitalidad; Silvia, por tu belleza tropical y autóctona.
JOSE IGNACIO BUSTAMANTE
No hay comentarios.:
Publicar un comentario