viernes, 11 de marzo de 2016

¡Las macetas para los ahijados!



Rosa Hermencia Quijano hace aproximadamente 55 años hace macetas para la época de Junio y Julio que son los meses en los que se celebra el día del ahijado



Las macetas son un dulce hecho a base de agua y azúcar, tradicionales de Cali, Valle del Cauca.

Las “micas”, como se les conocía a Antonia, Paulina y Carmen Quijano quienes eran las encargadas de hacer los bombones de azúcar,  y las personas que trajeron esta dulce tradición a Silvia, ellas pedían la colaboración de Hermencia para armarlos, y ella muy comedidamente lo hacía.
Sacar el batido caliente, armar las bolitas y ponerle el palito era el trabajo de ella, en esa época estos dulces no tenían color por ningún lado, eran blancos y brillantes como los granos de azúcar.
Lo que deseaba Hermencia era aprender a hacer las macetas, pero ninguna de las "micas" le quiso  enseñar, porque temían revelar el ingrediente secreto y le decían que aún ella no estaba preparada para hacerlas.
Al  cabo del tiempo, la hermana del señor con el que contrajo matrimonio, la llamó un día y juntas hicieron las macetas, y dice que fueron más ricas que las de las propias “micas”.
Poco a poco, se dieron a conocer y llegaron a hacer un bulto de azúcar en un día para vender. Hacían de diferentes tamaños y sabores, con muchos colores y formas, que eran encargadas por personas del mismo pueblo para regalar en el mes de junio y julio que son los meses del ahijado.
Frecuentemente Hermencia hacia las macetas y se las llevaba a la señorita Ernestina (tienda histórica) para que se las vendiera, y ella siempre le decía que si hacía más se las llevara para venderlas. También en su casa las vendía porque son tan famosas que van directamente a encargar del tamaño y valor que se desea.
Actualmente, ella ya no puede hacerlas debido a problemas de salud con sus manos, pero el conocimiento fue trasmitido a la señora Flor Helena, su hija, conservando así esta tradición.





jueves, 10 de marzo de 2016

ASÍ SE CREO SILVIA

Según la tradición oral y los libros que habla de Silvia Cauca, dice que este pueblo no estuvo siempre en el mismo lugar.

El fundador de lo que antes se llamaba “Pueblo de Indios” fue José Francisco de Belalcázar, sucesor de la familia del conquistador Sebastián de Belalcázar. A quién se le adjudicaron estas tierras.
Y que más tarde serian vendidas por Cristóbal y Manuel María Mosquera Fajardo.
Su primera localización fue en las Tapias (más o menos a tres kilómetros del actual pueblo), entre 1585 y 1589, pero este fue destruido por indios pijaos quienes con su estilo nómada y feróz, corrieron a los habitantes de éste.
Debido a los actos de barbarie, el pueblo fue trasladado a un lugar llamado “Buchitolo” (Barrio Boyacá), donde habitaban los indios y quienes eran los encargados de los gastos de la parroquia en ese momento.

Durante muchos años el pequeño pueblo descanso en este lugar, pero al correr el tiempo era imposible extenderse, por lo que llevó, al gobernador de Popayán, en esa época  Diego Antonio Nieto a ordenar que el pueblo fuera re ubicado en un pequeño valle entre la quebrada “Manchay” y el río “Piendamó”.
Dentro de este valle también fueron construidas casas de los vecinos blancos, de tal manera que el número de habitantes entre indios y blancos en la época de 1798 no era mayor a 400. Poco a poco fue creciendo el pueblo “Guambía”, con una gran afluencia de gentes externas a esta.
Entre el 15 y 31 de julio de 1838, se cambió el nombre de Guambía por Silvia, pero no se sabe exactamente el porqué.
Se dice que es una derivación de Silva (Selva en latín) o por una mujer llamada Silvia, de la familia del primer dueño de las tierras donde actualmente se encuentra este pueblo.
 
 Por: Clara Isabel Rengifo Reyes
 Fuentes:
Gonzalo Ernesto Hurtado Quijano
Monografía historica de Silvia.
Fotografía:
NovaDigital


ELOGIO DE SILVIA

ELOGIO DE SILVIA


Que otros digan, ciudad de los claveles y de las manzanas, la feracidad de tus montes y laderas, las virtudes milagrosas de tu río y de tu clima. Ya sabemos que cuantos peregrinan hacia ti en busca del remedio imposible para la carne martirizada, retornan a sus hogares curados por el efluvio de tus brisas y la piedad imponderable de tus aguas.

Ya sabemos que del fondo supremo de tu tierra arranca el hombre de dolor y de fe, fuerzas misteriosas que le devuelven a la vida, cuando la ciencia artificial fracasa en sus intentos de consuelo y no logra vencer a la naturaleza rebelde. Pero no eres solamente salud material para el viajero, ni asilo ocasional y fugitivo del viandante.



Cuantos a ti llegaron en busca de consuelo, no se fueron jamás sin dejarte pedazos de su corazón y de su espíritu; porque eres acogedora y cordial; porque gravita en tu cielo remoto la estrella castellana de la hidalguía y al amparo rural de tus montañas edificas tu abolengo de trabajo e inteligencia y labras tu escudo nobiliario con el machete del aborigen sobre el árbol secular de tus selvas hospitalarias.



Eres la india noble, religiosa y soberbia que cantara arboleda, con sus gargantillas de trigo, sus ajorcas de manzanas y duraznos y su túnica perfumada de claveles, de pensamientos y violetas.

Así apareces en el horizonte de los sueños, ciudad predestina, típica y colonial por el encanto de tus “ofrendas”, de tus “ chirimías” y de tus San Pedros borrascosos, empinada sobre el Ande como la fortaleza de un cacique prehistórico, pero enfrentada al porvenir como una atalaya de la civilización y de la cultura.
Como aquí lo atestigua tu máximo panegirista, muchos de tus hijos ilustran ya el estadio de los parlamentos y del foro y te prometen frescos laureles de honesta y merecida gloria. La luz de tus mujeres te ilumina en múltiples soles de gracia, y el corazón de ellas te escuda desde el supremo sitial de las madres.

Así eres a nuestros ojos: Silvia, por tus claveles; Silvia por tus manzanas; Silvia, por tu hospitalidad; Silvia, por tu belleza tropical y autóctona. 
JOSE IGNACIO BUSTAMANTE